100 Abades: un vino peregrino en el Camino de Santiago

100 Abades: un vino peregrino en el Camino de Santiago

El término “Abba”, de la vieja lengua aramea, tiene un significado peculiar: es el superior de un monasterio y de algunas colegiatas.
100 Abades quiere ser nuestro homenaje a tantos y tantos moradores de monasterios, conventos… y a su influencia en el cuidado exquisito de la vid, que recibe sus primeros impulsos del trabajo de esos monjes.

El medievo europeo tuvo un eje vertebrador en la Ruta Jacobea. En ella se produjo un evidente desarrollo del mundo de la vid y de su atención específica. Es de las vertientes del Ródano y, sobre todo, de La Borgoña de donde surgen peregrinos y monjes que van marcando con vides la ruta. Y eso enriquece a la Rioja.
Ya en el siglo XIII, en los Cantares de Trova del Camino de Santiago, aparece el poema bellísimo de Fernán González:
“De panes e de vinos tierra muy comunal
Non fallaría en el mundo otra mejor ni tal”.

En los albores de la lengua castellana es Gonzalo de Berceo, clérigo adscrito al Monasterio de San Millán de la Cogolla, quien plasma por escrito el buen sabor del vino de su tierra. Pertenece a la misma época, y en sus obras, fechadas sobre 1240, leemos:
“Como no son letrado por fer otro latino
Bien valdrá como creo un vaso de bon vino”.

El vino se consolida en la cultura de Rioja Alavesa

 
Con el tiempo, el vino se instala en el uso doméstico y crece la demanda. Hasta el siglo XVIII la producción de vino se dilata sin cesar y en esa época final ya pasan de 40 millones los litros que resultan del trabajo que recibió sus primeros impulsos de los “Abades”.

Y así llegamos hasta 1784. Es precisamente un decano capitular, una especie de abad, D. Manuel Esteban Quintano, deán de la Catedral de Burgos, quien hábilmente intuye que hay que ir allá donde se esmera el cuidado del vino. Y aprende en Burdeos. Y trasvasa a su tierra de Rioja Alavesa las técnicas de mejora del vino y de su adecuada conservación.
Y así, esto medra, aunque no faltan desconfianzas e incomprensiones.

El remate lo pone la Diputación Foral de Álava. Es ésta la que aborda la cuestión con todos sus riesgos contratando a Jean Pineau, enólogo de Burdeos, sobre el año 1860. Con su tenacidad de enamorado de la vitivinicultura ayuda a los agricultores riojanos a mejorar la calidad de los vinos con los tratamientos más ajustados a sus características.
Y bien pronto, en 1873, la fama de Rioja Alavesa se extiende y consolida por el mundo. Sus vinos ganan premios y se ven agraciados por galardones y distintivos.
Hoy el nombre de 100 Abades pretende reivindicar el mimo de lo personalizado, heredero de “abba” del lenguaje arameo, para ofrecer algo puro y genuino de esta tierra tan fecunda en viñedos. Algo que está siempre envuelto en el cuidado y el trato que supone uno y cien abades volcados en atender con el calor de lo humano este fruto que nos regala la delicia del vino.

Es por esto que Bodegas Ondalán, valorizando sus raíces y como homenaje a todos estos abades que han estado y están cercanos a la bodega, pensó en dedicarles un gran vino. Un vino original, exquisito, con una variedad nuestra tan próxima al Camino de Santiago como es el Graciano. Una uva que presumiblemente pudo venir desde la Abadía de Cluny (Francia) a través de los diferentes abades que recorrían el Camino de Santiago. Unos abades y un camino histórico a los que Bodegas Ondalán rinde homenaje con la marca de su tinto selección 100 Abades.



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